En mi opinión, las verdaderas obras maestras, da igual en qué registro: pintura, arquitectura, música, ingeniería, moda o artes aplicadas, son esas que parece que han estado siempre ahí. Tienen algo de atemporal y mucho de familiar, son algo reconocible como parte de nuestro paisaje mental, de nuestra memoria colectiva.
Eso es justo lo que sucede con las piezas diseñadas por Charles y Ray Eames: realizadas entre los años 40 y 70 del siglo XX, siguen siendo tan frescas y actuales como en su origen y transmiten modernidad y ergonomía. De hecho, están más de moda que nunca. A continuación te dejo una pequeña muestra. A que las reconoces, ¿verdad?
Los Eames, un matrimonio de moda
Todos los que estamos o hemos estado casados sabemos perfectamente que la convivencia conyugal es complicada. Cuando el matrimonio lo forman dos artistas imagino que más complicada aún. Y lo que me parece realmente para medalla es un matrimonio duradero, como el de los Eames, formado por dos creadores trabajando codo con codo durante casi cuarenta años sin pisarse el uno al otro.
¿Cómo lo hicieron?
No tengo ni idea. Se cuenta que era una pareja muy celosa de su intimidad, por eso se sabe poco de su vida privada. Lo que sí se conoce es que trabajaban en equipo respetando la independencia del otro. De igual a igual. Cada uno aportaba sus conocimientos y su creatividad.
El espíritu lúdico con el que emprendían su trabajo fue seguramente otra de las claves para que la cosa funcionase. De hecho, una premisa que solían utilizar antes de aceptar un encargo era:
«¿Nos interesa el problema?» y «¿será divertido resolverlo?»
Disfrutaban de su trabajo, que compartían con un eficaz equipo de colaboradores. La libertad creativa se respiraba en el estudio. Sus proyectos partían de un collage, una forma original y también lúdica de afrontar cada reto. Otra de las frases favoritas de Charles era:
«¿Quién dijo que el placer no es funcional?
Una historia de amor
Si repasamos la vida de esta pareja encontraremos que la gran mayoría de reconocimientos públicos, protagonismo en las entrevistas e incluso la autoría de sus obras fueros atribuidos a Charles. No es algo extraordinario en la época que les tocó vivir. Lo que sí resulta excepcional, en cambio, es que el propio Charles saliera en público en defensa del trabajo de su esposa, no como una ayudante, sino como la mitad del tándem creativo, como la colaboradora necesaria, dejando claro que sus trabajos se solapaban sin quedar delimitado dónde acababa el del uno y comenzaba el del otro.
Ambos nacieron en Norteamérica a principios del siglo XX. Charles era un arquitecto hecho a sí mismo, que tras una infancia dura, en la que le tocó trabajar, logró abrirse camino en el campo de la arquitectura. Su labor fue descubierta por el famoso arquitecto Eliel Saarinen, quien le ofreció una beca de investigación en Cranbook Academy of Art de Michigan.
Ray, por su parte, poseía una sólida formación artística y estaba especialmente interesada en el diseño y la pintura. En su juventud participó como miembro activo en grupos vanguardistas defensores del arte abstracto. Ella también recaló en Cranbook, aunque en su caso como estudiante, y allí fue donde su destino se encontró con el de Charles, de quien fue alumna.
Esto sucedió en 1940, y un año después, Charles se había divorciado de su primera mujer y contraía matrimonio con Ray. A partir de ahí comenzó una fructífera relación que duraría casi cuarenta años, en la que la pareja dedicaría sus esfuerzos a múltiples disciplinas: diseño de muebles, escenografía, cine, fotografía, publicaciones, arquitectura,…
Nosotros vamos a centrarnos en el diseño industrial. Sus muebles aúnan la utilidad con la ergonomía, el diseño con la economía, pero si hay algo que los define es la mezcla de tecnología y artesanía, tan evidente hoy en día pero no entonces. Él aportaba la parte tecnológica, investigaba los materiales y el proceso de producción, mientras que ella ahondaba en las formas, en humanizar el diseño, estudiar la forma y en los aspectos estéticos de la obra.
Entre los dos formaron una combinación perfecta: técnica y estética, una fórmula infalible.
En su búsqueda de materiales moldeables para la creación de asientos, los Eames experimentaron con láminas de madera contrachapada, que pegaban en varias capas superpuestas hasta conseguir la rigidez necesaria. Para ello inventaron una máquina «casera» a la que llamaron «¡Kazan!», que significa algo parecido a «abracadabra». Disimuladamente, fueron subiendo a su apartamento de una en una todas las piezas del artilugio para montarlo en una habitación de invitados, donde instalaron su taller de forma casi clandestina. Y la aventura les resultó provechosa: además de realizar asientos y sugerentes esculturas en chapa de madera, su «invento» interesó al ejército de los Estados Unidos.
En 1942 el país había entrado en la II Guerra Mundial y el número de soldados heridos iba en aumento. Muchas veces era necesaria la inmovilización de algún miembro, para lo que se utilizaban tablillas metálicas que no se adaptaban bien a la forma del cuerpo humano y provocaban en ocasiones daños mayores. Entonces recurrieron a los Eames, quienes diseñaron unas tablillas de contrachapado ergonómicas que fueron todo un éxito.
También les encargaron piezas para aviones de guerra y, de esta manera, consiguieron contratos públicos que les proporcionaron una estabilidad económica. Y más importante aún, su colaboración con el gobierno les dio acceso a los materiales de última tecnología, como la fibra de vidrio, el acero o el aluminio, circunstancia que sería crucial para sus posteriores trabajos.
Democratización del diseño
Lejos de ser elitistas, los Eames tenían una visión social del diseño. Tras la II Guerra Mundial el país experimentó una sensación generalizada de optimismo y confianza en el futuro. El estudio de Charles y Ray quiso contribuir al impulso del progreso produciendo muebles de calidad a precios económicos. Su máxima era:
«Conseguir lo mejor para más gente y por menos dinero»
Para ello emplearon los conocimientos adquiridos trabajando con el ejército al incorporar en su mobiliario el novedoso plástico reforzado con fibra de vidrio, fácil de moldear y con acabado rígido, que era posible fabricar en serie. El resultado era un mueble de alta calidad y bajo coste. Ejemplo de ello es la conocida Plastic chair, entre cuyas versiones se encuentra una muy llamativa, cuyas patas están formadas por varillas de alambre tipo Torre Eiffel.
Un mundo propio
Pasada la contienda levantaron su propia casa-estudio, aprovechando la tecnología de guerra, en este caso, con la utilización de estructuras de hierro y muros de planchas del mismo material. Tiene el aspecto ligero de una casa japonesa. Con espacios amplios, luminosos e intercambiables sigue siendo hoy un paradigma de estilo y modernidad. En el exterior se combinan el cristal con paneles de colores, que recuerdan a los cuadros de Mondrian.
Hoy día se organizan visitas guiadas a esta espectacular casa para comprender el mundo y la obra de la genial pareja.
Piezas singulares
Vamos a pararnos ahora en sus piezas más representativas:
Lounge chair y otomana (1956)
Es probablemente la silla más famosa de los Eames, en muchas publicaciones se reconoce como la pieza más representativa del siglo XX. Se trata de un sillón reclinable sobre una base giratoria y una otomana para apoyar los pies. Su forma combina magistralmente el confort de un mueble clásico con el diseño y la ergonomía. Como anécdota, el primer prototipo fue regalado al director de cine Billy Wilder, amigo de la pareja, quien aparece retratado en la foto que podemos ver sobre estas líneas.
Aluminum Group (1958)
Esta es una de la serie de piezas más reproducidas de Eames. En su versión con o sin brazos, con respaldo alto o bajo, con escabel, con diferentes respaldos,… Todos hemos visto montones de veces la Aluminium chair, o bien, las interpretaciones que de ella han hecho otros diseñadores. Perfecta para un despacho: reclinable, cómoda y ligera, gracias a su estructura de aluminio.
La Chaise (1948)
Esta tumbona formó parte de un proyecto presentado al Concurso Internacional de Diseño de Mobiliario a Bajo Coste del MOMA de Nueva York. Aunque el prototipo fue ideado originalmente para fabricarse en acero y aluminio, finalmente, por problemas técnicos, se realizó en fibra de vidrio y base de acero. Su forma escultural está inspirada en una obra del escultor Lachaise, de ahí el juego de palabras de su nombre: La Chaise (la silla, en francés).
Es, sin duda, mi pieza favorita de toda la producción de Ray y Charles Eames: diseño limpio, sugerente, se trata de un dos en uno: asiento y escultura, ¿qué más se puede pedir?
Diversión seria
«Diversión seria» es una expresión que el matrimonio empleaba para definir algunos de sus trabajos de tipo didáctico, como exposiciones científicas, vídeos, libros y juegos.
Y es que los Eames pretendían acercar al gran público, de forma atractiva y cercana, los misterios de las matemáticas o de la informática, que por los años setenta aún resultaba poco conocida, explicando las bases del procesamiento de datos, por ejemplo.
Y hablando de diversión, otro de los palos que tocaron fue el de la creación de juguetes. Entre ellos, sobresale la silla Elephant, fabricada en origen en chapa de madera y actualmente producida en plástico, está realizada en tres piezas dobladas a modo de origami, ypuede ser utilizada como juguete, como asiento o como elemento decorativo. A día de hoy sigue pareciendo rabiosamente moderna.
Otra contribución al mundo infantil fue el de los juegos educativos, como el Cards of House («cartas de casa» literalmente). Se trata de una baraja cuyas cartas están ilustradas con imágenes cuidadosamente seleccionadas y que presentan unas ranuras laterales para su ensamblado, funcionando como piezas de construcción. Incluso llegaron a editar una serie a tamaño humano para poder construir estructuras con las que el niño podría interactuar.
Potencias de diez
Ya hemos hablado del interés de los Eames por divulgar la ciencia y las nuevas tecnologías haciéndolas comprensibles al público en general.
Os dejamos con este vídeo de 1977, muy recomendable para mostrar a vuestros hijos de forma accesible y visual cómo funcionan las potencias de diez y la manera en que están presentes en nuestra vida, desde un átomo de carbono hasta las galaxias. Es una lástima la mala calidad de la cinta. Si os gusta y queréis disfrutarlo con imágenes más nítidas, os recomiendo la versión en inglés.
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